La enfermedad de C consistía en que no paraba de acumular libros. Lo mismo me ocurre a mí, dirá el lector. No es igual. Los libros que acaparaba C no sólo eran de los considerados decentes —de tapa dura y emoción—, sino también catálogos de detergentes, directorios de empresas y propaganda de tascas abonadas al chorizo de Cantimpalo. Cualquier derivado de la imprenta era para C un objeto de colección. Ayer, cuando vino el repartidor de las Páginas Amarillas, a C le sobrevino un ardor incontrolable. Sin pensarlo se abalanzó sobre él, lo bloqueó con una llave de judo, descendió las escaleras de tres en tres, asaltó su furgoneta y le robó la partida de listines. La escondió en el camarín del portero y de noche la fue subiendo en tandas a casa, donde se pasó horas intercalando los listines con cuentos que hablan de enfermedades raras.
L A M I C R O S C O P I S T A ®
L A M I C R O S C O P I S T A ®
4 comentarios:
Me ha gustado mucho el cuento, así como aprender la palabra "camarín". Yo, te regalo "dingolondango".
OLI I7O
Qué regalazo.
Cuando llega octubre y veo las toneladas de papel amarillo esperando en los portales repletas de nombres y números sé que ha llegado el otoño. C se hubiera emocionado ayer viendo las pilas de catálogos de Ikea. O los lunes por la mañana, cuando en el portal de la oficina me han dejado los periódicos del día y todos los del fin de semana, que tengo que subirlos en dos tandas...
Gracias de parte de C. Según me comenta, también colecciona comentarios que valen tanto como un relato.
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