07 septiembre 2008

Libros arriba

La enfermedad de C consistía en que no paraba de acumular libros. Lo mismo me ocurre a mí, dirá el lector. No es igual. Los libros que acaparaba C no sólo eran de los considerados decentes —de tapa dura y emoción—, sino también catálogos de detergentes, directorios de empresas y propaganda de tascas abonadas al chorizo de Cantimpalo. Cualquier derivado de la imprenta era para C un objeto de colección. Ayer, cuando vino el repartidor de las Páginas Amarillas, a C le sobrevino un ardor incontrolable. Sin pensarlo se abalanzó sobre él, lo bloqueó con una llave de judo, descendió las escaleras de tres en tres, asaltó su furgoneta y le robó la partida de listines. La escondió en el camarín del portero y de noche la fue subiendo en tandas a casa, donde se pasó horas intercalando los listines con cuentos que hablan de enfermedades raras.

L A M I C R O S C O P I S T A ®

4 comentarios:

Oli dijo...

Me ha gustado mucho el cuento, así como aprender la palabra "camarín". Yo, te regalo "dingolondango".


OLI I7O

La microscopista® dijo...

Qué regalazo.

Retroclásica dijo...

Cuando llega octubre y veo las toneladas de papel amarillo esperando en los portales repletas de nombres y números sé que ha llegado el otoño. C se hubiera emocionado ayer viendo las pilas de catálogos de Ikea. O los lunes por la mañana, cuando en el portal de la oficina me han dejado los periódicos del día y todos los del fin de semana, que tengo que subirlos en dos tandas...

La microscopista® dijo...

Gracias de parte de C. Según me comenta, también colecciona comentarios que valen tanto como un relato.