01 febrero 2009

Bajo la corteza

D se paralizó ante la portada del diario. Su amigo O, a quien no veía desde secundaria, aparecía bajo los flashes como el primer cirujano en lograr un injerto endocardiaco frontolateral. Aún conservaba esa mirada azul y unos dedos como palillos. D lo buscó en internet y lo encontró; soy D, la de la falda de franelilla. Quedaron: al verse corrieron uno al encuentro del otro. Se pidieron una caña y unas gambas; D le preguntó, cómo te dio por la cirugía. O sonrió y le explicó, recuerdas cuando en los recreos me pedías, pélame esta naranja. Qué dentera te daba, eh. Comencé a hacerlo a pelo, pero pronto me di cuenta de que las uñas se me quedaban amarillas. Así que me agencié un cúter y fui afinando. Dividía la cáscara en cuadrantes, cada vez más precisos, cada vez más certeros. Luego tiraba de esos hilitos blancos que no soportabas; dejaba uno suelto, ponía la mano lejos y probaba a agarrarlo desde la distancia; contigo cerca acertaba a la primera. Tú te quedabas con la naranja pelada; yo, con tu beso y un gajo que tardaba un rato en tragar.

L A M I C R O S C O P I S T A ©

3 comentarios:

Oli dijo...

¡Qué bonito! Por el poder que me concede ser lector autosuficiente, este cuento queda categorizado como "historia de amor y talento".

Por cierto, ¿sabes que en Murcia a la "dentera" le decimos "tiricia"?


OLI I7O

maransup

La microscopista® dijo...

Bonito regalo, esta tiricia desconocida para mí. Yendo un poco más lejos veo que es una corrupción de la palabra "ictericia", que tiene mucho que ver con el amarillo, color que a O le hizo pasarse al cúter y de éste al endocardio.

Anónimo dijo...

En Alicante también le llamamos tiricia.
Pepe Lillo