Aficionado como era a las corrientes alternas, V estudiaba FP, rama electrónica. Su hogar era una oda a los circuitos eléctricos: un taconazo en la alfombra encendía la cadena de alta fidelidad, una palmada en lo alto bajaba las persianas del ventanal. A instancias de su madre, un avisador de gran potencia sonaba cuando la tapa del inodoro permanecía más de diez minutos izada. Es decir, que todo en casa de V estaba atado, electrónicamente hablando. Pero sucedió que un sábado, mientras visitaban a su abuela en Alicante, un ladrón entró en casa de V, que todavía no había instalado la alarma antirrobo. Al preguntarle después sus amigos cómo pudo ser que la policía llegase a tiempo de prenderlo, V les respondió. Suerte que, en un apretón, al caco le haya dado por orinar en nuestro cuarto de baño.
L A M I C R O S C O P I S T A ©
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2 comentarios:
Y eso que la mujer del caco no para de reprenderle por no cerrar el bote de champú.
Cuánto sabes, Fanny.
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