El jefe de Ch le entregó una blacberri, te será útil cuando salgas de la oficina. Ch le dio las gracias y se pasó dos horas configurándola. Al principio sólo puso sonido a las llamadas de teléfono; no le vio interés a estar al tanto de todos los e-mails que uno recibe. Pero Ch habló con su primo empresario y siguió su consejo: siempre puede haber una urgencia. Por eso programó también un sonido para los mensajes electrónicos. Con el tiempo la frecuencia de avisos pareció ir en aumento, así que decidió no alejarse mucho del aparato. Que sonaba en la ducha, sacaba la mano por la mampara. Un pitido al fondo del pasillo, corría para comprobar que se trataba del microondas. Sus hijos se acostumbraron a hacer los deberes mientras Ch pulsaba teclas con ambos pulgares. Ayer llamaron del Clínic; su primo había ingresado por un ataque de ansiedad. Ch miró la blacberri y abrió la ventana del patio.
L A M I C R O S C O P I S T A ©
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5 comentarios:
Dear Jùlia,
precioso micro-relato (si es que de eso se trata... ¡me encantan!) Me encanta también la castellanización de blackberri, me encanta que abra la ventana al patio (¿del ensanche?) para respirar.
10:40 + 5h= 15h40mn
¡Abrazos! Am
Cher André, tu mensaje me anima el día. Lo que lees es lo que tú quieres que sea, ¿un microrrelato? ¿un patio del ensanche? ¿para respirar? ¡Marchando!
Dear Jùlia, s.tu.pen.do, así me gusta (que sea lo que yo quiera). Que sigas tan bien, y un fuerte abrazo. Am
Hasta luego, Mario.
"Era tarde para su costumbre..." Me trae tantos recuerdos ese libro, esa obra vista en Donostia en 1985 y en Madrid en 2004... ¿Has estado observándome en algún momento? Te dejo, tengo los pulgares destrozaus.
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