Para encontrar inspiración I necesita subirse a una escalera. Quizá sea una forma prosaica de citarse con las musas, pero le funciona. El impulso le suele asaltar por la noche, cuando está esperando a que cuaje la sopa y se plantea escribir unas líneas.
Anoche llevaba un buen rato huroneando sin éxito, así que desplegó la escalera en el centro de la sala. Procedió a la ceremonia: apoyó la mano sobre el techo y cerró los ojos con fuerza. Al principio era capaz de percibir el bullir de la juliana desde la cocina; al cabo de pocos segundos no pensaba en nada. Qué frío estaba el yeso.
Tras unos minutos sin pulso, comenzó a notar su presencia. Las musas se paseaban por el piso de arriba con pasos de miraguano; las sentía deslizarse como quien se desliza junto a un colchón ocupado: con ganas de no existir. A I le pareció que el yeso se había templado. De pronto, en uno de aquellos avances, las pisadas se detuvieron sobre su palma. ¡Aquí estás!, se dijo I, y se dispuso a que la musa le regalara una idea desde su tenderete. Lástima que la cumbre durase tan poco: sin tiempo de coger el testigo, el teléfono sonó. Como I esperaba la llamada de O, renunció a la salvación que le llegaba desde arriba, bajó los peldaños a trompicones y, al límite del ring, descolgó.
L A M I C R O S C O P I S T A ©
Anoche llevaba un buen rato huroneando sin éxito, así que desplegó la escalera en el centro de la sala. Procedió a la ceremonia: apoyó la mano sobre el techo y cerró los ojos con fuerza. Al principio era capaz de percibir el bullir de la juliana desde la cocina; al cabo de pocos segundos no pensaba en nada. Qué frío estaba el yeso.
Tras unos minutos sin pulso, comenzó a notar su presencia. Las musas se paseaban por el piso de arriba con pasos de miraguano; las sentía deslizarse como quien se desliza junto a un colchón ocupado: con ganas de no existir. A I le pareció que el yeso se había templado. De pronto, en uno de aquellos avances, las pisadas se detuvieron sobre su palma. ¡Aquí estás!, se dijo I, y se dispuso a que la musa le regalara una idea desde su tenderete. Lástima que la cumbre durase tan poco: sin tiempo de coger el testigo, el teléfono sonó. Como I esperaba la llamada de O, renunció a la salvación que le llegaba desde arriba, bajó los peldaños a trompicones y, al límite del ring, descolgó.
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5 comentarios:
La inspiración me llega bajo el agua, y cuando estoy a punto de pescar una anguila escurridiza, siempre irrumpe un ring espantaocurrencias.
Dios mío. ¿Han inventado ya el móvil subacuático?
De hecho, sí lo han inventado.
OLI I7O
Ya decía yo. Ayer me llamó un tiburón.
Mejor un tiburón que un pulpo... o una lapa.
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