18 julio 2008

La caja

El día en que ella lo conoció, X ya llevaba esa caja en las manos. Nunca le dijo lo que contenía y nunca se lo preguntó. A fin de cuentas todos tenemos secretos, pensó. X no se separaba de la caja en ningún momento; la dejaba sobre la barra cuando pedía una copa, la apoyaba en el lavabo cuando se bajaba los pantalones, la lanzaba sobre la mesilla cuando hacían el amor. Todas sus fotos lo mostraban con la caja en las manos: X en primera fila de Marianistas con una caja entre él y Capdevila, X en Salou con la caja salpicada de arena, X en su primera comunión abrazado a un cartón al que todos atribuyeron un sentido místico.

La tarde del accidente algunos testigos vieron a un transeúnte recoger la caja que había quedado muerta en el paso de cebra; en los accidentes siempre se pierden cosas, le dijeron a ella. Desesperada, puso un anuncio en La Vanguardia y otro en El País; presentó una denuncia a la policía, pagó a un detective privado e incluso pegó un anuncio en las farolas del barrio. Un mes más tarde, cuando la llamaron de la sección de objetos perdidos, recogió la caja y la abrió.


L A M I C R O S C O P I S T A ©

1 comentario:

Retroclásica dijo...

Y dentro encontró un agujero negro.