15 julio 2008

En la cumbre

Para encontrar inspiración I necesita subirse a una escalera. Quizá sea una forma prosaica de citarse con las musas, pero le funciona. El impulso le suele asaltar por la noche, cuando está esperando a que cuaje la sopa y se plantea escribir unas líneas.

Anoche llevaba un buen rato huroneando sin éxito, así que desplegó la escalera en el centro de la sala. Procedió a la ceremonia: apoyó la mano sobre el techo y cerró los ojos con fuerza. Al principio era capaz de percibir el bullir de la juliana desde la cocina; al cabo de pocos segundos no pensaba en nada. Qué frío estaba el yeso.

Tras unos minutos sin pulso, comenzó a notar su presencia. Las musas se paseaban por el piso de arriba con pasos de miraguano; las sentía deslizarse como quien se desliza junto a un colchón ocupado: con ganas de no existir. A I le pareció que el yeso se había templado. De pronto, en uno de aquellos avances, las pisadas se detuvieron sobre su palma. ¡Aquí estás!, se dijo I, y se dispuso a que la musa le regalara una idea desde su tenderete. Lástima que la cumbre durase tan poco: sin tiempo de coger el testigo, el teléfono sonó. Como I esperaba la llamada de O, renunció a la salvación que le llegaba desde arriba, bajó los peldaños a trompicones y, al límite del ring, descolgó.


L A M I C R O S C O P I S T A ©

5 comentarios:

Retroclásica dijo...

La inspiración me llega bajo el agua, y cuando estoy a punto de pescar una anguila escurridiza, siempre irrumpe un ring espantaocurrencias.

La microscopista® dijo...

Dios mío. ¿Han inventado ya el móvil subacuático?

Oli dijo...

De hecho, sí lo han inventado.


OLI I7O

La microscopista® dijo...

Ya decía yo. Ayer me llamó un tiburón.

Retroclásica dijo...

Mejor un tiburón que un pulpo... o una lapa.