Levantó la tablilla de parqué al ver que ésta bailaba. Cuando intentaba encajarla, descubrió que había algo debajo. Un trozo de foto. La observó detenidamente: un niño rubio y pecoso tomaba impulso desde un columpio. ¿Algún antepasado? Imposible, su familia y la de su marido eran puro tizón. M ajustó la madera y se guardó la foto en el bolso: se le hacía tarde para recoger a su hijo. Al aparecer en la guardería, un parvulito rubio se lanzó por el tobogán y corrió a abrazarse a su regazo. Azorada, sonrió a la madre del crío; qué despiste, te has equivocado de mamá. M aupó a su hijo mientras pensaba en lo sucedido la víspera con su colega de despacho, tan alto y tan holandés.
L A M I C R O S C O P I S T A ©
2 comentarios:
En esa peli tan preciosa que se llamaba "La vida de los otros" el escritor escondía (de los inspectores de la Stasi) la Olivetti debajo de la tablilla del parqué; aquéllo era bonito, pero no menos lo es encontrarte el retrato del fruto de tu desliz holandés de la víspera.
Enhorabuena por esta nueva entrega, y gracias por tu comentario sobre el intríngulis donostiarra. ;)
Tu entrada sí que era buena, Andrés, con esa idea de zurcir retazos, que es lo que yo entiendo por literatura... Y además esas fotos llenas de elementos desconcertantes, esa es una gran fuente de inspiración.
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