15 febrero 2009

Ejercicio de doma

Al comprarse la hembra de labrador, B y V también adquirieron una correa, un hueso de plástico y varios sacos de croquetas. Estaban dispuestos a invertir en la educación del animal. Sin embargo, a la labradora le dio por desobedecer. Vente, le decían, y se alejaba corriendo por entre los setos. No hagas caca aquí; y defecaba sin pudor sobre las petunias del ayuntamiento. V empezó a desesperar; B le dijo, no será que nuestro lenguaje no es el adecuado. Quizá también ella nos pida cosas que no comprendemos. Para mejorar el diálogo compraron un silbato de ultrasonidos. Al principio se mostraron incrédulos; comunicarse sin percibirlo era difícil de asimilar. Pero con la práctica fueron viendo los resultados; a golpe de silbato, la perra iba, venía o se dejaba ajustar la correa. V sonrió: lo habían conseguido. Hasta que, una tarde, el silbato desapareció. En paralelo, V comenzó a tener un comportamiento errático; tan pronto salía a la calle descalzo como se ponía un cinturón que le apretaba como se agobiaba por pasar mucho tiempo en casa. Cuando B vio a la labradora con el chiflo en la boca, lo entendió.

L A M I C R O S C O P I S T A ©

3 comentarios:

Oli dijo...

Me chifla este cuento.


OLI I7O

La microscopista® dijo...

Menos mal (siempre hay cuentos que no pitan).

Retroclásica dijo...

Ahora entiendo por qué hay tanto árbitro chiflado.