V se encontró una caja enorme en el recibidor. Al abrirla le salieron ocho cajas individuales, cada una envuelta en un papel estampado. Eligió una de ellas y rasgó el envoltorio. Según se le fue desvelando el interior comprobó que esta, a su vez, contenía otros cuatro paquetes preparados con el mismo detalle. Seleccionó uno y lo abrió de igual manera: dentro aparecieron dos cajitas similares. V eligió la de la izquierda, quitó el lazo, quitó el papel y —ahora sí— la colocó de frente sobre la mesa. Era su regalo. Con la lentitud que da la ilusión fue retirando la tapa para descubrir que su hijo le había regalado una galleta de chocolate. Emocionada, fue a buscarlo al cuarto y le dio la mitad.
L A M I C R O S C O P I S T A ©
4 comentarios:
Me gusta mucho, pero opino (opino) que este cuento se prestaba a jugar más con la forma. Tal vez empezarlo con una frase larga que va dando paso a otras más cortas, para terminarlo con una breve frase-galleta.
OLI I7O
Tienes razón. Cortázar decía que cada memoria enamorada guarda sus magdalenas y yo me dejo escapar la frase-galleta. Garrafal.
Curiosa matriushka elevada a la sexta potencia...
A lo mejor tenéis razón, pero a mí el cuarto y mitad de frase final me tiene emocionada...
Un beso
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