12 octubre 2008

Naturaleza

Colocó la planta carnívora en una esquina de la cocina. Era la primera vez que se enfrentaba a un ser que, bajo una apariencia así de inocente, escondía tanto acecho y tantas ganas de comer. V, que en la vida había matado un mosquito, se dedicó las semanas siguientes a capturar todo insecto que se cruzase con él. Luego, en casa, se regodeaba en aquella escena quirúrgica en la que el animalillo, adherido a la superficie viscosa, iba perdiendo sus miembros hasta convertirse en una masa brillante y negra; una mezcla de patas, antenas y ojos desaparecida por una garganta de clorofila. Tras el festín, V se acostaba pensando en el moscardón que atraparía mañana.

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1 comentario:

Retroclásica dijo...

Pobre V, no ha visto "La pequeña tienda de los horrores".