Al llegar a cuatrocientas lo dejaría. Esto fue lo que se dijo B cuando comenzó a coleccionar llaves; hoy había sobrepasado el millar y no lo podía parar. Para B no existía mayor provocación que una puerta cerrada; ante una cerradura, B era todo maniobras. Su piso parecía un muestrario de llaves, llavines y llavones; sus amigos sabían que regalarle una ganzúa significaba acierto seguro.
Una mañana, al salir de casa, B se fijó en la puerta de su vecina. No le vio mayor complicación. Al cabo de cuatro minutos la había franqueado, aunque algo le hizo paralizarse bajo el dintel. La casa estaba plagada de cierres, pestillos, cerrojos y seguros; la mesa, de candados y cadenillas. Una vez superada la impresión, B se sentó y la esperó.
L A M I C R O S C O P I S T A ©
Una mañana, al salir de casa, B se fijó en la puerta de su vecina. No le vio mayor complicación. Al cabo de cuatro minutos la había franqueado, aunque algo le hizo paralizarse bajo el dintel. La casa estaba plagada de cierres, pestillos, cerrojos y seguros; la mesa, de candados y cadenillas. Una vez superada la impresión, B se sentó y la esperó.
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4 comentarios:
Hace unos años trabajé en una fábrica de herrajes, creo que allí conocí a B, que me enseñó la diferencia entre la T5 y la XT-bola, qué es un resbalón y cómo se fabrica un cilindro. Cuánto me alegro de que haya encontrado la cerradura de su llave.
Cuantas cosas encierran las palabras
No conocía este resbalón... El diccionario me ha llevado hasta el picaporte de resbalón y el moño de picaporte. Lo he tenido que parar.
Y la palanca y los dientes y la excéntrica... No sabes cuántas palabras hay dentro de una cerradura. Fascinante.
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