25 julio 2008

La vida quieta

Cuando X está solo procura elegir una mesa redonda, es una manía. Se siente más cómodo, como si disimulara la falta de compañía (en una circunferencia la soledad parece menos soledad). Si no hay mucha gente, X se va desplazando en sentido horario, poco a poco, hasta completar la vuelta y recuperar la posición inicial. Nadie se da cuenta, aunque él acabe algo mareado.

Hay otros días en que X queda con S; entonces prefiere las mesas cuadradas y colocarse en el ángulo para que, lo que se tengan que decir, se lo digan en voz baja. A veces S le alisa los cuellos al hablar, o fantasea con las ondas que dibuja su cucharilla en el café. X sabe que la vida nunca está quieta, pero así se lo parece.


L A M I C R O S C O P I S T A ©

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