06 junio 2008

Cheques de tiempo

Según parece la rutina nos sirve para ahorrar energía (no brain, no pain). Pero ay de nosotros si nos parásemos a pensar.

A J, nada más nacer, su padre le dijo, no estoy para tonterías. Aquí tienes tus cheques de tiempo. J examinó aquel talonario como quien abre una caja de cromos; contenía cheques por valor de minutos, horas e incluso estaciones. Su padre había calculado bien: sumándolos todos, J disponía de noventa y siete años en cheques de tiempo.

J se pasó la vida administrando su talonario, pues aquellos cheques no admitían cambio. Esto significaba que, si gastaba un cheque de cinco años en algo que le acababa llevando tres, J había desperdiciado dos años de su vida. O a la inversa: si algo se prolongaba más de lo previsto, J debía dejarlo a medias por no haber dado el cheque correcto.

Una tarde, cumplidos los noventa y cinco, a J se le terminó la chequera. Alarmada, su amiga Ñ acudió con los cheques que J le había ido dando a lo largo de la vida con intención de devolverle alguno, aunque fuera de un segundo. Pero J se negó. Sabía que, una vez perdido, el tiempo no se puede falsificar.


L A M I C R O S C O P I S T A ©

2 comentarios:

Oli dijo...

¡Joder Julia, qué bueno!


OLI I7O

Bertrand-Hume dijo...

He arrancado de mi talonario un cheque grande (¿una hora, una estación?) para leer y releer tu escrito.