L tenía obsesión por las bolsas. Bolsa que veía,bolsa que rasgaba (no podía soportar que los demás guardaran secretos). Esta adicción le trajo no pocos problemas; era de esperar que no todos los transeúntes accedieran a mostrar sus pertenencias a un desconocido; esto se traducía en una respuesta malsonante, un gesto esquivo o algún que otro empellón. Sin embargo, L no cejaba; ayer tuvo el último percance. Llevaba dos horas en carrera interminable tras una chica que portaba una bolsa roja; Urquinaona, Sant Pere, Ronda de La Universitat. La persecución le había hecho fantasear: seguro que lleva un libro, juraría que un cuento de Andersen, apuesto por el "Dos pisones". Desgarrado por el comecome, L asaltó a la peatona en un semáforo; dime qué llevas ahí. Temblando, ella le mostró el contenido de la bolsa: un par de ladrillos que había birlado en una obra para usarlos como pisapapeles. Sin saber qué decir, L se llevó los ladrillos a casa. Había leído cosas peores.
Sí: como un barrio; conexiones inesperadas que se establecen y se rompen. Bonito paralelismo entre literatura y ciudad, un ecosistema de leyes difíciles de localizar, pero que existen. Un beso, gracias. A.
Jajaja, Oli, no perseguirías a alguien con ladrillos en las bolsas, ¿verdad? ;)
Micro: esa estructura aparentemente inextricable, que es la que da sentido a la novela, a la ciudad quizás también, es precisamente la que no ha entendido la ciencia, con su obsesión de analizarlo y destriparlo todo en trozos separados. Y esa, creo, es precisamente la gracia. Bye! A.
Envíame una foto y escribiré un relato:lamicroscopista@yahoo.es
Al binocular
Eso no se hace, Slawomir Mrozek. Remordimiento, Thomas Bernhard. La migala, Juan José Arreola. Últimos atardeceres en la tierra, Roberto Bolaño. Nocilla Dream, Agustín Fernández Mallo. Un tranvía en SP, Unai Elorriaga. La mujer parecida a mí, Felisberto Hernández. Thomson, Braun, Corberó, Philishave, Quim Monzó. Un artista del trapecio, Franz Kafka. La hija de Rappaccini, Nathaniel Hawthorne. Manuscrito hallado en una botella, Edgard Allan Poe. Manuscrito hallado en un bolsillo, Julio Cortázar. Continuidad de los parques, Julio Cortázar. No oyes ladrar los perros, Juan Rulfo. Las furias de Menlo Park, Ignacio Padilla. El rastro de tu sangre en la nieve, Gabriel García Márquez. Triste canta el búho, Carlos Murciano. Lo infraordinario, Georges Perec. 84, Charing Cross Road, Helene Hanff.
8 comentarios:
:DDD
Sí: como un barrio; conexiones inesperadas que se establecen y se rompen. Bonito paralelismo entre literatura y ciudad, un ecosistema de leyes difíciles de localizar, pero que existen. Un beso, gracias. A.
¡Ayer mismo volví de Barcelona y hasta ahora no he visto tu cuento! Y quedé con un amigo en Urquinaona y comimos en Sant Pere.
¿Qué fue antes, tu cuento o la realidad?
OLI I7O
Jajaja, Oli, no perseguirías a alguien con ladrillos en las bolsas, ¿verdad? ;)
Micro: esa estructura aparentemente inextricable, que es la que da sentido a la novela, a la ciudad quizás también, es precisamente la que no ha entendido la ciencia, con su obsesión de analizarlo y destriparlo todo en trozos separados. Y esa, creo, es precisamente la gracia. Bye! A.
Oli, qué idea tan buena. Se me ha ocurrido que el protagonista del próximo cuento sea Andrés y que la historia transcurra en El Congo.
Te veo abriendo una microagencia de viajes.
No me provoques, Fanny. A ver si en septiembre te mando al Polo y te quedas sin Festival de Cine.
Me dejas helada; yo, de polos, prefiero el de limón.
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