01 junio 2008

Del otro lado

El mundo se divide en dos. Los que para estrenar los paquetes tiran de la ranura que dice "abrir por aquí" y los que nunca aprietan el tubo del dentrífico desde abajo.

Pedir lo imposible es lo único que nos queda.

No es que se empeñara, pero Z parecía destinada a la equivocación. Algunas tardes caía en la cuenta de que llevaba todo el día andando con los zapatos intercambiados: el derecho en el pie izquierdo y el izquierdo en el derecho. ¿Que un sueco le preguntaba la hora? El reloj de Z se había parado. ¿Huelga de autobuses? Z había quedado con un hombre impaciente. No había pieza que encajara. Hasta que un día Z se dijo, todo lo que me ocurre parece absurdo. Si soy capaz de instalarme en el absurdo quizá los equivocados se queden del otro lado. Así que Z comenzó a pensar que las revistas se leen con la portada boca abajo, o que los wiskis se sirven en tazas de café, o que uno puede entrar en una biblioteca y llevarse una lámpara prestada. Nadie lo entendió, pero Z no volvió a tener esa molesta sensación de vivir equivocada.

L A M I C R O S C O P I S T A ©

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