Ha comenzado por el ventanal del salón. Lleva un buen rato repasando los cristales uno a uno; su madre le enseñó que lo mejor es utilizar una parte de vinagre por seis de agua, siempre con papel de periódico. La muñeca de Z gira de vez en cuando de forma vertiginosa, en una especie de axel convertido en pirueta hacia ninguna parte.
Z acaba agotada, pero con la satisfacción que da la luz llenando una casa vacía. Embriagada por el acético recuerda el anuncio de aguaceros para las próximas horas, piensa en su madre y abre la ventana de par en par.
L A M I C R O S C O P I S T A ©
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