En el mismo parto la matrona les dijo, el niño les ha salido luminiscente. Los padres se miraron estupefactos; se esperaban sorpresas pero no de este pelo: Ll emitía luz a través de la piel. Así fue creciendo feliz y de manera poco discreta; siempre iluminado, lo mismo era el alma de los cumpleaños que le resultaba imposible colarse en el circo o robar cerezas de noche. Con los años —y la necesidad de ligar— Ll fue ganado en pericia; del parpadeo monótono evolucionó a todo un catálogo de emisiones: destello, intermitencia, centelleo o fosforescencia. Cuando apagaban las luces de la discoteca, las chicas se lo rifaban. Este cortejo luminoso, que tantas conquistas le reportó, llamó la atención de una espeleóloga rusa con la que coincidió en un afterauers de Ibiza. Deslumbrada por Ll, lo llevó aquella noche a unas simas de las que se conocía la entrada, pero no la salida.
Genial, eres una iluminada. De lo mejor que has escrito últimamente.
La lámpara... es de cierta iglesia en un colegio en lo alto de un cerro. La de horas que me he evadido contemplándola sin escuchar a nadie, viendo cómo la luz se dividía en destellos de arcoiris. Para quedarse mirándola "afterauers" :-)
Nota: la palabra de verificación de este comentario es "sperm".
Original "versión" del Minotauro de Creta. Estoy segura de que Li con su luminosa belleza nunca será vilmente abandonado en una playa mallorquina por la espeleóloga...
La lámpara, una belleza. Me fijaré en ella in situ.
Envíame una foto y escribiré un relato:lamicroscopista@yahoo.es
Al binocular
Eso no se hace, Slawomir Mrozek. Remordimiento, Thomas Bernhard. La migala, Juan José Arreola. Últimos atardeceres en la tierra, Roberto Bolaño. Nocilla Dream, Agustín Fernández Mallo. Un tranvía en SP, Unai Elorriaga. La mujer parecida a mí, Felisberto Hernández. Thomson, Braun, Corberó, Philishave, Quim Monzó. Un artista del trapecio, Franz Kafka. La hija de Rappaccini, Nathaniel Hawthorne. Manuscrito hallado en una botella, Edgard Allan Poe. Manuscrito hallado en un bolsillo, Julio Cortázar. Continuidad de los parques, Julio Cortázar. No oyes ladrar los perros, Juan Rulfo. Las furias de Menlo Park, Ignacio Padilla. El rastro de tu sangre en la nieve, Gabriel García Márquez. Triste canta el búho, Carlos Murciano. Lo infraordinario, Georges Perec. 84, Charing Cross Road, Helene Hanff.
7 comentarios:
Genial, eres una iluminada. De lo mejor que has escrito últimamente.
La lámpara... es de cierta iglesia en un colegio en lo alto de un cerro. La de horas que me he evadido contemplándola sin escuchar a nadie, viendo cómo la luz se dividía en destellos de arcoiris. Para quedarse mirándola "afterauers" :-)
Nota: la palabra de verificación de este comentario es "sperm".
Ah, conozco esa lámpara lisérgica. Un efecto parecido tenía, en la iglesia de Orio, un barco descomunal que pendía del techo sobre nuestras cabezas.
Hola
También la he reconocido, en este caso más por la pared que por la lámpara en si.
Me ha encantado el relato. Espectacular. Veía perfectamente a Ll bailando en Ibiza, rodeado de bellezas.
Un saludo.
Original "versión" del Minotauro de Creta. Estoy segura de que Li con su luminosa belleza nunca será vilmente abandonado en una playa mallorquina por la espeleóloga...
La lámpara, una belleza. Me fijaré en ella in situ.
Saludos
Muy bueno, enhorabuena por tus pequeñas historias. Saludos
Gracias, Ligeia. Veo que también dominas lo pequeño, y me alegro.
Muy bueno Julía, muy divertido, me ha encantado....con razón se velaban las ecografías siempre!!!
....te había perdido la pista entre los papeles de colores y ando poniéndome al día...muAk!
PLEGADOR.
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