Cada vez que abría el grifo, a G le venía una idea. Cuantos más grifos abría más ocurrente se volvía. Pensó, voy a modular mi grado de genialidad. Es decir: cuando quedaba con W (guionista de cine, fanático de la homeopatía y de las nanomoléculas), G se duchaba varias veces para acumular las ideas que manaban con el agua. De este modo se aseguraba una velada llena de sutilezas, de frases con doble sentido. En cambio, cuando quedaba con Q (vendedor de colchones, campechano, nunca superó secundaria), G aguantaba horas sin siquiera lavarse las manos. De esta forma su nivel de brillantez estaría a tono con el mostrado por Q. Un día a G le cortaron el agua y tuvo que anular su cita con W. Quedó con Q, y hasta hoy.
L A M I C R O S C O P I S T A ©
3 comentarios:
¡¡¡Joder, por dios, qué bu-bu-bu-bueno!!!
OLI I7O
Ya te dije, microscopista, que bajo la ducha es donde se me ocurren las mejores funciones de visual basic. Si además toca lavarse la cabeza, soy capaz de acabar un módulo entero de programación. Ayer volví a la oficina después de diez días de cine; cuánto relato maravilloso me has dejado para leer. Muax.
Oli, Fanny. Con vosotros ni dejando todos los grifos abiertos bastaría.
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