Por miedo a que hubiera algún bicho dentro, L dejó de calzarse las zapatillas por la mañana. Se acostumbró a sentir el frío de las baldosas nada más levantarse. Había oído que el agua del grifo contenía plomo, así que prefirió cargar cada semana con un par de bidones para su propio consumo. El móvil ni tocarlo: la señal que emitía día y noche podía dañar su lóbulo temporal, y si algo apreciaba L era su inteligencia. Harto de asumir un 30% más en la factura de la luz (había sustituido el microondas por el horno, mucho más inofensivo), L dejó de pagar a la compañía eléctrica. Hizo caso omiso al primer aviso. Hizo caso omiso al segundo. Al tercero se quedó a oscuras. A fuerza de protegerse, L se convirtió en un hombre estoico, aunque nadie siguió su ejemplo.
L A M I C R O S C O P I S T A ©
No hay comentarios:
Publicar un comentario